Ayer fuimos sorprendidos por la repentina despedida del profesor Pablo
Ramos Méndez, autor de "La Lengua en salsa", columna publicada los jueves en el
diario El Universal de Caracas,
Venezuela. Nos había extrañado su ausencia en las últimas semanas, pero nos
alegra saber que está bien. La columna de este jueves está titulada con una
frase tomada de su contenido: (…) "Me despido
con la agradable sensación del deber cumplido... Hasta siempre". No profesor. No tenga una "sensación" del deber cumplido.
Sienta la seguridad del deber cumplido; con su familia, con su país, con la
Lengua. Habernos brindado sus conocimientos, sus reflexiones, sus explicaciones
y aclaraciones y su insuperable e inimitable estilo para ayudarnos a hablar y
escribir mejor, para tener “excelencia en la expresión” no tiene sustituto.
A nuestros lectores del extranjero y a los venezolanos que
no lo conocen quisiéramos reseñarles que el profesor Pablo Ramos Méndez habla
cuatro idiomas, (español, inglés, francés y alemán), ha escrito más de 40
obras, varias de ellas en inglés, ha dictado conferencias en las universidades
más importantes de Venezuela y del extranjero, representó a Venezuela en la Unesco en dos ocasiones, dictó cursos en la OEA, fue catedrático de la
Academia Militar de Venezuela y durante muchos años escribió su columna en El Universal. Pero, además de esos
pergaminos tan impresionantes y que por sí solos hablan de su caudal de
conocimiento y de su amplia experiencia, la calidad humana, la
sencillez, el don de gente de Pablo Ramos Méndez, lo hacen merecedor del más absoluto
respeto y de nuestro sincero aprecio.
Una de las cosas que me sorprendió la primera vez que leí
su columna, ─hará de eso 20 o más años─, es que debajo de su acostumbrada epifonema,
él colocaba un número telefónico, que no podía ser otro que el de su oficina en
El Universal, lógicamente. No pasaron muchos días hasta que decidí
llamarle para hacerle una consulta. Claro, yo “sabía” que al otro lado del teléfono estaría un ocupado personaje que rápidamente aclararía mis dudas y
me despacharía lo antes posible para seguir atendiendo sus múltiples
actividades. ¿Pero saben qué? el número telefónico debajo de su acostumbrado
¡Ya está! no era de su oficina… ¡era de su casa! Yo no podía creerlo. ¿Cómo era
posible que alguien que escribía en el periódico más importante de Venezuela
nos permitiese irrumpir en la privacidad de su hogar? Pero eso no es todo. Ante
mi consulta sobre la diferencia entre “el radio” y “la Radio”, una afable y
cálida voz me dio una verdadera cátedra sobre el tema consultado. Sin apremio,
sin desperdicio, sin egoísmos de ninguna especie.
Luego de eso le hice varias consultas al profesor Ramos, siempre
con la inquietud de adquirir varias de sus obras: “La Lengua en salsa”, “La Lengua
en salmuera”, “La Lengua ensalzada”, “La Lengua rebosada” y “La excelencia en
la expresión”. El problema era que esos libros no se conseguían en las
librerías porque el profesor los vendía directamente en su casa, para abaratar
el precio. Hasta que un día de 2008 me propuse llamarlo para visitarlo y ¡por
fin! comprar sus títulos, que tanto había querido leer.
No tengo palabras para describir mi sorpresa cuando la
señora que me atendió me dijo: “suba a la biblioteca señor Romero, es la
primera puerta a la derecha. El profesor está esperándolo”. Que el profesor nos
permitiera “entrar a la intimidad de su hogar” ya no era en sentido figurado, ¡era
literal! Fue una tarde maravillosa e inolvidable. El profesor me contó las más
entretenidas anécdotas, me enseñó su fabulosa biblioteca, me deleitó con el
mismo humor al que nos tenía acostumbrados en "La Lengua en salsa". Sólo me
faltaba comprarle los libros, pero no me los vendió… ¡me los regaló! incluyendo
“Porque te quiero tanto”, A ti solita te quiero” y "Cuentos por lo gráficos” y otros, cuyos títulos no recuerdo ahora,
además de un bolígrafo que aún conservo.
Hago esta
semblanza porque me parece que refleja la cualidad personal sin límites de nuestro
apreciado y querido profesor Ramos. Es un hombre con el más amplio sentido del
deber y del amor, porque dedicar toda una vida a dejar una obra tan
extensa y hermosa no puede ser el producto de otra cosa que no sea el amor por
su profesión, por el idioma, por su patria y por sus semejantes. Que Dios lo
bendiga y le dé mucha salud. Usted merece descansar. Tenga la seguridad de que
la semilla que sembró hace tantos años ya ha dado frutos en abundancia.
La cosecha fue buena. ¡Ya está!*
(*) Hemos usado hoy la epifonema ¡Ya
está! como un homenaje al profesor Pablo Ramos Méndez, con motivo de la publicación
del último artículo de "La Lengua en salsa" en el diario El Universal de Caracas,
el 6 de junio de 2013
Edwin, gracias por tu comentario. Solo quiero destacar que no perdimos al Prof. Mendez, gracias a Dios. Él decidió retirarse de la actividad, pero está bien y esperamos que siga teniendo mucha vida y salud.
Al profesor Ramos lo invité a una cátedra en la USM y a pesar de estar afectado por un reciente ACV, dictó una clase magistral y sobre todo entretenida. Un tiempo después lo visité en su casa, en Macaracuay, donde hizo gala de sus dones de anfitrión junto a su inseparable mujer.
Excelente nota.
ResponderEliminarLamentable pérdida la del profesor Ramos.
Edwin Afonso
edwinafonso@hotmail.com
Edwin, gracias por tu comentario. Solo quiero destacar que no perdimos al Prof. Mendez, gracias a Dios. Él decidió retirarse de la actividad, pero está bien y esperamos que siga teniendo mucha vida y salud.
EliminarAl profesor Ramos lo invité a una cátedra en la USM y a pesar de estar afectado por un reciente ACV, dictó una clase magistral y sobre todo entretenida. Un tiempo después lo visité en su casa, en Macaracuay, donde hizo gala de sus dones de anfitrión junto a su inseparable mujer.
EliminarHoy nos hemos despedido del profesor. Que descanse en paz
ResponderEliminarSí, lamentable noticia. También la de Jacogori (Jaqueline González Rincones, "la correctora" quien falleció recientemente en Caracas. QEPD.
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