Puerto de Lisboa |
Revisar y corregir
las reglas de ortografía del castellano es una de las cosas a las cuales se
dedica la “docta institución”, entiéndase Real Academia Española, que es, por
antonomasia, la academia de la lengua española, según cuenta la leyenda.
Ignorante como soy de
cuáles son los procedimientos para cumplir tan importante función, infiero que
el mecanismo es muy sencillo en el primer aspecto, es decir, la revisión, y muy
complicado, tortuoso y polémico en el segundo, la corrección, aspecto que dejaremos
para el final. Digo, observar ciertas incongruencias de algunas reglas de
ortografía no es algo que requiera ser académico o haber hecho algún posgrado,
ni siquiera haber culminado la secundaria. ¡No! Apenas iniciamos el aprendizaje
de la lectura y de la escritura comienza nuestro calvario, como el momento en
el que nuestra maestra enunció por vez primera la regla ortográfica según la cual “antes de pe y be
“alta” se escribe eme. ¿Cómo es la cosa? A ver, repitamos leeeentameeeente:
“Aaanteees de peeé y beeé altaaa, se escribeeee éeemeee”. ¡Muy bien! Entonces la maestra inicia la lectura de un corto dictado, total,
la cosa no es nada complicada: “antes de pe y be 'alta' se escribe eme”; “antes
de pe y be 'alta' se escribe eme” ¡Eso es todo! y comienza: "El Puerto de
Lisboa”. Pausa. Y después de repetir dos o tres veces el título, continúa: “en
Portugal existe un bello y emblemático puerto…" etcétera, etcétera.
Culminado el dictado
la concienzuda maestra pide a sus párvulos que le entreguen los cuadernos para
revisarlos –a los cuadernos, claro- ávida como está de ubicar en cada uno de
ellos los emblemático y los imperio que le
indicarán inequívocamente cuáles niños entendieron la regla de ortografía
recién aprendida y cuáles no. Para estos, ya se dedicará la docente a redactar otro
texto en el cual no faltarán las campiñas y los bombos, invaluables
voces convertidas en auxiliares que ayudarán a los chicos (pibes, chavales,
chamos, chavos, quinchos) a comprender la singular regla.
Pero antes de conocer
el nivel de comprensión que alcanzaron nuestros imaginarios alumnos con el
también ficticio dictado, veamos rápidamente qué justifica esta regla de la
escritura de la eme antes de la pe y de la be “alta”. Nada complicado. La
Fonética y sus disciplinas auxiliares, (fonética articulatoria y fonética acústica), la fonemática y la prosodia lo explican de esta manera: cuando
decimos pe o be, estamos cerrando ambos labios (p y b son bilabiales). Si a
estos fonemas les precediera la ene en posición silábica postnuclear (como en gen)
no podríamos hacer su sonido porque la pe y la be que le siguen nos obligarían
a cerrar los labios. Es como si quisiéramos decir cambio pero
sin cerrar los labios para pronunciar la sílaba “bio”. ¡Inténtelo! Diga cambio sin
cerrar los labios. No pudo ¿verdad? y ¿notó que antes de esa be en la voz cambio el
sonido que hace es el de la eme? ¡Es inevitable! Por eso, gentiles lectores,
“antes de p y b “alta” se escribe eme”. ¡Sin excepción!
Ahora sí, veamos cómo
quedó el pedagógico dictado. Y le tocó a Carlitos ser el primero en entregar su
cuaderno, en el cual destaca el dibujo de un gran barco sobre una línea azul
que asemeja una interminable sucesión de ues en letra de carta y debajo del
cual se lee: “El Puerto de Lisvoa” igual que en el título de su ejercicio.
Luego de la amorosa corrección que la maestra le hace a Carlitos sobre la uve
con la que escribió Lisboa, comienza a leer, y no transcurren dos segundos
cuando a la profe, que no profa, casi se le salen los ojos de sus órbitas -las
de la profe- al ver el resultado obtenido:
“Puerto de Lisvoa.
Em Portugal exite um bello y emblemático puerto al
que llegam barcos que traem productos de muchos países. Lo llamam Puerto de
Lisvoa, que ayudó a construir el imperio portugués de los siglos XV, XVI y
XVII".
Caro lector: ¿acaso
el párrafo anterior no cumple estrictamente con la regla ortográfica motivo de
este artículo?
Al inicio expresé que
me referiría al segundo aspecto del procedimiento de la academia relacionado
con las reglas de ortografía, el de las correcciones, que califico de
complicado, tortuoso y polémico, no porque lo conozca, sino que lo deduzco, de la tradicional tardanza con que la RAE hace dichas correcciones. Es bueno que no se
apresuren pero, de que exageran, exageran.
¿Que qué pasó con
Carlitos? no lo sé, pero la profe salió del aula para sentarse al lado de um
portóm blanco que está a un costado del patio de la escuela, donde estuvo un rato pensando
cómo explicarle al carajito la paradoja de que él hizo exactamente lo que ella
le indicó... pero quedó mal.
Óscar Manuel Romero.
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