Las discusiones
acerca de la forma correcta de habar y escribir (dicción) no cesan: Que no es
diábetes sino diabetes; que si la Real Academia Española admitió o no tal o
cual vocablo; que si se dice así o se dice asao. Y en ese
debate consumimos nuestros días, pretendiendo cada uno de nosotros ser los
dueños de la verdad. Una verdad que es "absolutamente relativa"
(valga la paradoja).
Con respecto a la
calificación de palabras y frases con los epítetos de correcto e incorrecto, existen
dos posiciones perfectamente definidas: la de los puristas del
lenguaje y la de los innovadores a ultranza, como
señala Gonzalo Martín Vivaldi en su "Curso de Redacción" (Paraninfo,
12° edición, Madrid, 1973, P. 168) Los primeros consideran como válida
únicamente las voces aceptadas por la Real Academia Española (RAE), en tanto
que los innovadores a ultranza pretenden justificar todo nuevo vocablo como
enriquecedor de nuestro idioma y en consecuencia lo adoptan sin mayor análisis.
Sobre este tema de
las voces correctas o incorrectas es mejor ser cautelosos porque, rasgarse las
vestiduras por el uso de tal o cual palabra es una verdadera futilidad si -como
suele suceder- finalmente su uso es impuesto por las mayorías e inevitablemente
es incluida en el DRAE (Diccionario de
la Real Academia Española). Una voz que hoy nos parece un esperpento, como “recepcionar”,
podría llegar a ser de uso extendido y aceptado en el futuro. Ya hemos
escuchado a algunos narradores de fútbol diciéndola y la planilla de una conocida
empresa de envío de encomiendas tiene un renglón donde se lee:
"Recepcionado por:" donde el “recepcionador” (receptor) que atiende
al cliente debe colocar su nombre.
Recordemos lo que sucedió con la voz ícono -originalmente grave- Fue tal su arraigo y uso como voz
esdrújula, que la Real Academia Española finalmente la incluyó en el DRAE junto a icono. Algo parecido
sucedió con el gentilicio de La India, hoy indistintamente indio e hindú. Pero
en el ínterin, en ambos casos y en otros similares, se produjeron las más acaloradas discusiones entre los puristas
que afirmaban que "no está admitida por la Academia" o "no está
en el DRAE" y los innovadores, cuyo argumento (válido en este caso) era
que prácticamente nadie usaba icono, sino ícono, incluidos
periodistas, escritores, locutores, etcétera.
La lista de voces y
frases cuestionadas, pero usadas profusamente (a veces más que su contraparte
"correcta") es interminable, pero es gratificante -y admirable- saber
que cada día hay más personas que se interesan por el uso correcto del español. Sin
embargo, pretender la unidad absoluta de nuestra lengua es ingenuo. Podemos
aspirar que sea "lo más uniforme posible" pero no, que la
Real Academia Española determine cual voz debemos usar o
no. ¿Quién lo hacía antes de la creación de la "docta"
institución? La RAE apenas puede limitarse a registrar las voces que van y
vienen de nuestro léxico pero no tiene la facultad ni la posibilidad de
"prohibir" o "autorizar" voces. Eso lo hacen los pueblos,
siempre fue así, y ¡qué bueno! porque fue lo que dio origen al Español.
Orador.
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