Severn Cullis-Suzuki: activista ambiental, licenciada en biología
evolutiva y y ecología por
la Universidad de Yale. A los 10 años fundó ECO ( Environmental Children's
Organization ) con un grupo de amigos en Vancouver y fué con ellos con quien se
desplazo en el año 1992 cuando apenas tenia 13 años a la "Cumbre de La Tierra" en Rio de
Janeiro, donde en presencia de altos cargos mundiales y representantes de la
ONU dió el discurso que pueden leer a continuación.
“Hola, soy Severn Suzuki representante de ECO (Environmental Children’s Organisation), Organización Infantil del Medio Ambiente. Somos un grupo de niños canadienses de 13 y 14 años, intentando lograr un cambio: Vanessa Suttie, Morgan Geisler, Michelle Quigg y yo. Nosotros mismos recaudamos el dinero para venir aquí, y decirles a ustedes, adultos, que tienen que cambiar su forma de actuar. No he venido aquí a hablar de mis objetivos. Lucho por mi futuro.
“Hola, soy Severn Suzuki representante de ECO (Environmental Children’s Organisation), Organización Infantil del Medio Ambiente. Somos un grupo de niños canadienses de 13 y 14 años, intentando lograr un cambio: Vanessa Suttie, Morgan Geisler, Michelle Quigg y yo. Nosotros mismos recaudamos el dinero para venir aquí, y decirles a ustedes, adultos, que tienen que cambiar su forma de actuar. No he venido aquí a hablar de mis objetivos. Lucho por mi futuro.
Perder mi futuro no es como perder unas elecciones o unos
puntos en el mercado de valores. Estoy aquí para hablar en nombre de todas las
generaciones por venir. Estoy aquí para hablar en defensa de los niños
hambrientos del mundo cuyo llanto sigue sin oírse. Estoy aquí para hablar por
los incontables animales que mueren en este planeta porque no les queda ningún
lugar adonde ir. No podemos soportar no ser oídos.
Tengo miedo de tomar el sol a causa de los agujeros en la capa de ozono. Tengo miedo de respirar el aire porque no sé qué sustancias químicas hay en él. Solía ir a pescar con mi padre a Vancouver, mi hogar, hasta que hace unos años encontramos un pez lleno de tumores. Y ahora oímos que los animales y las plantas se extinguen cada día, desvaneciéndose para siempre.
Durante mi vida, he soñado con ver las grandes manadas de animales salvajes y las junglas y bosques repletas de pájaros y mariposas, pero ahora me pregunto si existirán siquiera para que mis hijos los vean. ¿Tuvieron que preguntarse ustedes estas cosas cuando tenían mi edad?
Todo esto ocurre ante nuestros ojos y seguimos actuando como
si tuviéramos todo el tiempo que quisiéramos y todas las soluciones. Soy solo
una niña y no tengo todas las soluciones, pero quiero que se den cuenta:
ustedes tampoco las tienen. No saben cómo arreglar los agujeros en nuestra capa
de ozono. No saben cómo recuperar los salmones de las aguas contaminadas. No
saben cómo resucitar un animal extinto. Y no pueden recuperar los bosques que
antes crecían donde ahora hay desiertos. Si no saben como arreglarlo, por
favor, no sigan destruyéndolos.
Aquí, debe haber delegados de gobiernos, gente de negocios, organizadores, reporteros o políticos, pero en realidad ustedes son madres y padres, hermanos y hermanas, tías y tíos, y todos ustedes son el hijo de alguien.
Aún soy solo una niña, y sé que todos somos parte de una familia formada por cinco mil millones de miembros, de hecho por treinta millones de especies, y todos compartimos el mismo aire, agua y tierra. Las fronteras y los gobiernos nunca cambiarán eso. Aún soy solo una niña, y sé que todos estamos juntos en esto y debemos actuar como un único mundo tras un único objetivo.
En mi rabia no estoy ciega, y en mi miedo no estoy asustada de decir al mundo cómo me siento.
¡En mi país derrochamos tanto!… Compramos y despilfarramos, compramos y despilfarramos, y aun así así los países del Norte no comparten con los necesitados. Incluso teniendo más que suficiente, tenemos miedo de perder parte de nuestros bienes, tenemos miedo de compartir.
En Canadá vivimos una vida privilegiada, plena de comida, agua y protección. Tenemos relojes, bicicletas, ordenadores y televisión.
Hace dos días, aquí en Brasil, nos sorprendimos cuando pasamos algún tiempo con unos niños que viven en la calle. Y uno de esos niños nos dijo: ‘Desearía ser rico, y si lo fuera, daría a todos los niños de la calle comida, ropas, medicinas, hogares y amor y afecto’. Si un niño de la calle que no tiene nada está deseoso de compartir, ¿por qué nosotros, que lo tenemos todo, somos tan codiciosos?
No puedo dejar de pensar que esos niños tienen mi edad, que el lugar donde naces marca una diferencia tremenda, que podría ser uno de esos niños que viven en las favelas de Río de Janeiro; que podría ser un niño muriéndose de hambre en Somalia; una víctima de la guerra en el Medio Oriente o un mendigo en La India.
Aún soy solo una niña y sé que si todo el dinero gastado en
guerras se utilizara para acabar con la pobreza y buscar soluciones
medioambientales, la Tierra sería un lugar maravilloso. En la escuela, incluso
en el jardín de infancia, nos enseñan a comportarnos en el mundo. Ustedes nos
enseñan a no pelear con otros, a arreglar las cosas, a respetarnos, a enmendar
nuestras acciones, a no herir a otras criaturas, a compartir y no ser
codiciosos, entonces, ¿por qué cuando salen de aquí se dedican a hacer las
cosas que nos dicen que no hagamos?
No olviden por qué asisten a estas conferencias: lo hacen
porque nosotros somos sus hijos. Están decidiendo el tipo de mundo en el que
creceremos. Los padres deberían poder confortar a sus hijos diciéndoles: ‘todo
va a salir bien’, ‘esto no es el fin del mundo’ y ‘lo estamos haciendo lo mejor
que podemos’. Pero no creo que puedan decirnos eso nunca más. ¿Estamos siquiera
en su lista de prioridades?
Mi padre siempre dice: ‘Eres lo que haces, no lo que dices’. Bueno,
lo que ustedes hacen me hace llorar por las noches. Ustedes, adultos, dicen que
nos quieren. Les desafío: por favor, hagan que sus acciones reflejen sus
palabras. Gracias”.
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