Una
imagen dice más que mil palabras, pero no siempre refleja la verdad. Apenas nos enseña la
“realidad” captada en un milisegundo, no el contexto.
Es increíble cómo, por ejemplo, incluso en un ambiente laboral o profesional
donde reine el desánimo, un grupo de personas de ese entorno, como por arte de magia, mostrará su mejor
sonrisa en el momento en el que alguien les diga: “miren para acá” con
una cámara fotográfica en sus manos, presta a emitir ese sonido (hoy
artificial) del obturador abriéndose y cerrándose en un tris. Luego alguien de
la hipotética compañía podría publicar la instantánea en las redes sociales o en los medios, para que todos vean al “grupo de alegres trabajadores de nuestra empresa” pero en esa foto no veríamos las caras de esas mismas personas durante el resto de las siete horas, 59
minutos y 59 segundos y fracción, de su amarga jornada laboral.
Con las
palabras puede ocurrir algo parecido, sea porque no escuchamos bien, sea porque no le prestemos atención al contexto. No es lo mismo su misión que sumisión; con dones y condones, que a su vez puede ser preservativos o también el presente del subjuntivo, primera persona
del singular del verbo condonar. Si
usted dice el hecho así, sólo esas
dos palabras, un hipotético receptor que deba tomar el dictado podría escribir helecho. La palabra podría ─que acabamos de emplear─ por sí sola puede significar podrida en lenguaje vulgar. El vocablo banco tampoco nos dirá mucho sin ese “Entorno
lingüístico del cual depende el sentido y el valor de una palabra, frase o
fragmento considerados” que el DRAE nos define como contexto, que además es idéntico a con texto en su prosódica o sonido.
No se
trata de una nimiedad. En el momento de redactar un discurso, un artículo, un
ensayo, etc., debemos estar muy atentos, sobre todo cuando hacemos la revisión.
Por eso es recomendable ensayar y grabar nuestro discurso y evaluarlo
posteriormente, ya que no es fácil detectar posibles cacofonías, distorsiones o
enredos con los que las palabras suelen sorprendernos. Por cierto, la cuarta acepción de contexto en el DRAE es
precisamente: “Enredo, maraña o unión de cosas que se
enlazan y entretejen”. Siempre debemos tomar en cuenta
el contexto, porque si decimos “deposité 100 euros en el banco” nadie con
“cuatro dedos de frente” debería pensar que “puse” el dinero sobre un asiento
de la plaza o entre un promontorio de arena. Si usted dice “las herramientas de
estudio” nadie mentalmente sano pensaría en el uso de martillos y cinceles como
los recursos didácticos idóneos para “meternos” conceptos en la cabeza.
Esto del
contexto también es útil como “ingeniería inversa”, para evitar que los
(des)contextualizadores por excelencia (entiéndase políticos) nos sorprendan en nuestra buena fe. Debemos estar
atentos a nuestra realidad cotidiana para no dejarnos embelesar por quienes nos
muestran una “fotografía del país” donde vemos a un grupo de risueños
ciudadanos rodeados de necesidades, y reclamos, y miseria. Sonríen porque
alguien les dijo “miren para acá”. Pero la realidad –el contexto– nos permite
darnos cuenta de que esa foto refleja apenas un instante. Es solo el fragmento
de un tiempo más amplio, y acaso más triste.
Óscar
Manuel Romero.
Fuente: Diccionario de la Real Academia Española. Vigésima segunda edición.
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