Determinar
si un presidente, primer ministro, monarca o cualquier otra persona (no nos referimos a nadie en particular) es un buen orador o no, depende de un análisis objetivo
cuyo resultado generará opiniones diversas, no obstante, debe fundarse
en los principales factores que intervienen en la actividad oratoria: el orador
y el discurso. Un análisis subjetivo arrojará resultados que dependerán de la
simpatía o antipatía del analista y la posición o cargo que ocupa el orador, en
cuyo caso se establece una relación directamente proporcional a su jerarquía:
mientras más elevada, mejor orador será considerado el personaje aunque sea pésimo
en la materia (priva la adulación y sus efectos). Si se trata de regímenes
autoritarios o de gobiernos que pretenden no ser tales, los análisis objetivos
brillarán por su ausencia, so pena de ser víctimas del más absoluto ostracismo.
Primer
factor: el orador.
Lo primero
que percibimos en un orador es su imagen, más allá de la presentación personal,
que también es importante. Un traje formal no será necesariamente la mejor
forma de vestir para una presentación oral. La vestimenta debe ser compatible con
el tema, el objetivo, los intereses y características del público y el lugar
donde se hará la actividad. Una actitud sobria, serena y segura genera la primera
imagen del presentador. Un chiste iniciando el discurso será su peor enemigo y
si piensa balbucear disculpas y decir que no merece estar allí o que hará un
gran esfuerzo por hacerlo bien, mejor que
ni siquiera se presente en el recinto.
La imagen del orador puede cambiar durante su disertación, dependiendo de la preparación
que haya tenido en el corto, mediano y largo plazos. En el largo plazo incluimos
las recomendaciones de cuidado e higiene de la voz y la realización de algunos ejercicios
de respiración, vocalización y articulación. En el mediano plazo (dos o tres
semanas antes) el conferenciante debe dedicarse a investigar el asunto sobre el
cual tratará, aunque sea un experto en la materia. También debe realizar
ejercicios de respiración y de relajación por lo menos desde una semana antes
de la fecha de su disertación. Un orador consuetudinario debe realizar estos ejercicios
dos veces por semana, como mínimo. Evaluar si el orador realiza estos
ejercicios no siempre es tarea fácil, pero si no es así garantizamos una disfonía
inocultable 20 o 30 minutos después de haber comenzado a hablar.
El orador debe tener dominio escénico. Los gestos, entonación, intensidad y ritmo deben tener correspondencia
con las palabras y deben ser deliberados y ensayados, así como los desplazamientos en la tarima, cátedra o proscenio
(en muchos casos el orador no debe desplazarse).
Segundo
Factor: el discurso
El
entrenamiento del orador no tendrá gran efecto en el público si el discurso no
fue preparado y ensayado conscientemente. Debemos documentarnos si desconocemos
la materia o actualizarnos aunque seamos expertos. Para ello es necesario escribir el discurso cumpliendo con los pasos que hemos señalado en otras notas de este
blog (invención, disposición, elocución, retoque y acción) y organizarlo de
manera que haya introducción con una duración aproximada de 10 % del tiempo
total, desarrollo (80 % aproximadamente) y conclusión (10 % aproximadamente).
La duración del discurso dependerá de su naturaleza. Una cátedra tiene un tiempo estipulado, que por lo general son 90 minutos. Una conferencia o una disertación no deben prolongarse más allá de 40 o 45 minutos. Una alocución presidencial o de un alto dignatario puede extenderse por más de una hora, según la gravedad o importancia del discurso, pero considere que un buen orador debe ser capaz de comunicar su mensaje en el menor tiempo posible. Siendo flexibles, digamos que un presidente, primer ministro, rey, etcétera, necesitan hasta dos horas para decir sus mensajes.
La duración del discurso dependerá de su naturaleza. Una cátedra tiene un tiempo estipulado, que por lo general son 90 minutos. Una conferencia o una disertación no deben prolongarse más allá de 40 o 45 minutos. Una alocución presidencial o de un alto dignatario puede extenderse por más de una hora, según la gravedad o importancia del discurso, pero considere que un buen orador debe ser capaz de comunicar su mensaje en el menor tiempo posible. Siendo flexibles, digamos que un presidente, primer ministro, rey, etcétera, necesitan hasta dos horas para decir sus mensajes.
Existe el
mito de que un buen orador no necesita leer sus discursos pero no es verdad.
Escribir (y leer) el discurso denota dedicación, pasión, entrega del orador. (¿cuál
figura retórica acabamos de emplear? Puede dejar un comentario o responder a través de twitter.com/manualoratoria). No importa si se trata de un discurso escrito por un tercero porque el orador participa activamente en su
redacción y corrección. De hecho, casi todos los presidentes y gerentes de
grandes empresas del mundo disponen de redactores de discursos. Discurrir sin
leer debe ser la excepción, pero tome en cuenta que esto no aplica, por
ejemplo, para un docente, para un legislador o para un candidato cuando hace un mitin político, aunque
eventualmente sus realizadores deban leer textos.
El empleo
deliberado de figuras retóricas es esencial en un discurso. Durante la elocución
escrita o cuando hacemos el retoque, debemos seleccionarlas y ubicarlas según el efecto que buscamos: agregar
matices elegantes o dirigir el ánimo del oyente (¿identifica la figura retórica
en la frase anterior? Puede dejar un comentario o responder a través de twitter.com/manualoratoria). Si el orador lee su discurso podemos inferir que
cualquier figura que identifiquemos fue empleada deliberadamente, aunque pueden
estar allí por pura casualidad. Recordemos que usamos muchas de ellas sin
darnos cuenta. Para hacer esta evaluación debemos conocer las principales figuras
retóricas. Finalmente debemos evaluar si el orador comete vicios de dicción.
Son muy variados pero ya nos hemos referido
a estos en distintas oportunidades. Entre otros: anfibología, equívocos,
incorrecciones, solecismos, pleonasmos, diástole y sístole, muletillas,
coletillas, reverberación, metátesis, circunloquio, digresión, etcétera.
Evaluación
del orador
Primera parte. A las siguientes preguntas coloque un punto si la respuesta es "Sí" y cero si la respuesta es "No"
Primera parte. A las siguientes preguntas coloque un punto si la respuesta es "Sí" y cero si la respuesta es "No"
¿viste
según la ocasión? ___
¿refleja seguridad en él mismo? ___
¿domina la
escena? ___
¿conoce el
tema que desarrolla? ___
Total: ___
Segunda parte. A las siguientes preguntas coloque cero si la respuesta es "Sí" y un punto si la respuesta es "No".
Total: ___
Segunda parte. A las siguientes preguntas coloque cero si la respuesta es "Sí" y un punto si la respuesta es "No".
¿Inicia
discurso con un chiste? ___
¿Pide
disculpas por su incompetencia? ___
¿culmina
disfónico? ___
Total: ___
Al total de la primera parte réstele el total de la segunda parte.
Resultado: 4 puntos: el orador se preparó y domina la escena.
3 puntos: el orador está
calificado pero falló en (indicar la falla).
2 puntos: el orador tiene
serias fallas en (indcar fallas) Debe prepararse mejor.
1 punto o menos: la persona
no está preparada para pronunciar un discurso.
Evaluación
del discurso
Primera parte. Proceda igual que en la primera parte de la evaluación del orador.
Primera parte. Proceda igual que en la primera parte de la evaluación del orador.
¿tiene introducción,
desarrollo y conclusión? ___
¿introducción,
desarrollo y conclusión tienen
duración
adecuada? ___
¿es
escrito? ___
¿incluye figuras retóricas? ___
Total: ___
Segunda parte. Proceda igual que en la segunda parte de la evaluación del orador.
Total: ___
Segunda parte. Proceda igual que en la segunda parte de la evaluación del orador.
¿tiene vicios
de dicción? ___
¿excede
duración de 1 hora*? ___
Total: ___
Al total de la primera parte réstele el total de la segunda parte.
Al total de la primera parte réstele el total de la segunda parte.
Resultado: 4 puntos: el discurso fue redactado adecuadamente.
3 puntos: el discurso debe
mejorar (indique el aspecto a mejorar).
2 puntos o menos: el
discurso adolece de múltiples fallas (indicarlas).
Evaluación
general (suma de evaluaciones de orador y discurso)
7-8 puntos: excelente
discurso/orador.
5-6puntos: algunas
deficiencias (identificar) que deben ser superadas.
4 puntos o menos: discurso
deficiente (Identificar las fallas). Redactar de nuevo.
A partir
de esta evaluación puede elaborarse un informe que refleje el análisis cualitativo
de cada aspecto del discurso, por ejemplo: ¿cuáles figuras retóricas se
emplearon? ¿con qué frecuencia?, ¿fueron acertadas o pudo emplearse otra y
cuál? Si se trata de un discurso escrito y el análisis es hecho antes de pronunciarlo,
servirá para mejorarlo o para hacer recomendaciones. Si ya fue pronunciado su
utilidad se limita al aprendizaje para mejoras futuras.
Los
aspectos relacionados con el orador serán útiles para indicarle en qué debe mejorar.
(*)
Considere objetivos, importancia y naturaleza del discurso. Desde 40 minutos
(disertación o conferencia) hasta 2 horas (alocución presidencial en casos muy
especiales).
Óscar
Manuel Romero.
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